domingo, 26 de mayo de 2013

Los príncipes y las princesas están muertos

Había un vez una concepción de familia tradicional.
Te la regalaron cuando naciste montada en los siglos de los siglos. La tomaste como el regalo más preciado. Construiste allí.
Un día fuiste grande y un@, que soñaba con el príncipe azul o la princesa rosa, se casa para toda la vida. Y como tiene que ser , llegan los hijitos a vestirse de rosa o de celeste.También los hijos traen risas y lo otro que no te cuentan, que se llama frustración.
Tampoco te cuentan que los príncipes y las princesas viven en los cuentos y a la reina la exportaron a Holanda .
Entonces un buen día te cansas de yugarla y te separas, porque en la historia que te habían contado, los príncipes de mínima se cuidaban y respetaban.
Te separas contra viento y marea porque todas las hadas , el día de tu nacimiento te habían deseado que el amor fuera/ tenía que ser para toda la vida (y las hadas no se equivocan). 
Para toda la vida es el amor a los hijos.
Te vas. Te vas con la historia de veinte años en dos bolsos y una mochila .
Te llevas a tus hijos o los dejas un rato hasta acomodar tus cosas en algún lugarcito.
Los vas a buscar.
Te sentas a la mesa y en la familia hay uno menos. Un lugar vacío.
Vas a la biblioteca y descubrís cuantos libritos de niñ@ leíste que hablaban de que él y ella fueron felices para siempre.
Lloras mucho. Se te secan las lágrimas.
Pero otro día, te volviste a enamorar.
Ya sabes que los príncipes y las princesas solo existen en los cuentos o están muertos.
Te enamoras tanto que la vida tiene un sentido nuevo. Te sentís nacer porque después de cuarenta años ya no comes buzones y elegís el amor con todas las ganas, el amor que nace de la juntura de dos personas que se descubren auténticas, genuinas.
Y así, el nuevo proyecto, también de familia.
Y una puede elegir a otra como compañera y hacerla mamá también.Y en ese mismo acto reinventarse.
Pueden ser dos mamás.
Somos dos mamás. Nos enseñamos a ser la mejor versión de cada una.Volvemos a apostar a un proyecto de familia.
Distinto.
Y sobre todo 
apostamos al amor
que estremece.

jueves, 16 de mayo de 2013

Llego a mi casa
después de un día de trabajo
y una sensación de haber vivido
alguna vez
en otra vida que no es esta.
Me tiro en la cama así como estoy,
con la ropa de la mañana
de una noche de amores.
Un jean y polera azules,
botas marrones.
Me tapo porque siento frío
y tengo la sospecha
de que no voy a salir de la cama
hasta mañana, pero no.
Me pongo con un caso clínico 
que tengo que presentar el próximo jueves.
Avanzo un poco.
Estoy casi en penumbras
a la sola luz de la lámpara de sal
color durazno.
Ilumina tenue,
resalta algunos objetos del cuarto.
El techo está gris
o tal vez sepia.
Tengo sensación de hambre
o ganas de tomar cerveza.
Pienso en una Corona helada,
bien grande.
Me levanto finalmente
y voy a la heladera.
Quedó un pedazo de calabaza
con gusto a nada, de anoche.
La caliento y vuelvo a la cama.
Me desvisto.
Miro mi cuerpo desnudo
y de pronto
me parece que lo quiero.
Me meto dentro de las sábanas.
La calabaza está asquerosa.
Apago lo que suena
porque me doy cuenta
que casi todo hace señal de alerta
y me desconcentra,
me distrae del estado que consigo
cuando hay silencio.
El sonido del viento.
Acaricio mi cuerpo bien amado
y me conmuevo
de haber llegado
a esta cama esta noche
después de toda la vida.

lunes, 13 de mayo de 2013

sábado, 11 de mayo de 2013

Los ojos se chinan
en la noche penumbrosa
de besos silenciosos.
Hoy tengo frío. Tiemblo.
A veces me rechinan los dientes y
no se si es por frío o por sueño.
Tal vez  sea susto.
El abismo delante.
En la punta del pie.
Me precipita,
corta el aire
Ahora tirito.
No hay manta ni piel
que arrope.
Hay suspiros
que mecen.
Quedaron esparcidos
en mi cama y en la almohada.
Los ojos se humedecen .
Se hacen charco.
Una gota de sangre
desliza la mejilla .
Salto. Agito golondrinas.
Me persiguen en bandadas.
Me conducen a la montaña
porque en lo alto,
según se anda diciendo,
se esconde el deseo.

domingo, 5 de mayo de 2013

A veces juego a imaginar
qué llevaría en un bolso
si me fuera como me fui.
Me llevaría lo contrario
de lo que dejo.
De lo que elijo dejar.
Me llevaría y me he llevado
ilusión.
Me llevaría y me he llevado
cobijo.
Amparo.
Me llevaría la piel
cuidándome el cuerpo.
Y el cuerpo cuidando de mí.
El cuerpo descubierto
salido de un ropero.
Muchos roperos.
Siglos de roperos.
Será que dormía colgada
de una percha.
Será que me comían las polillas
y el alcohol me licuaba la cabeza.
Cuando juego a imaginar
qué llevaría en un bolso
si me fuera como me fui,
sé que no daría un solo paso atrás
y me iría con lo puesto.

sábado, 4 de mayo de 2013

Hay quien puede irse al monte
o al medio de la montaña
a serse fiel.
A estar sin luz 
más que la propia
para no perderse de vista.
A escuchar el silencio
que solo se oye
en ese monte
o en ese medio de la montaña
a la temperatura de la lluvia.
Con poco o casi nada,
que es casi todo. 
Solo algunos petates 
para avivar el fuego.
Hay quien sabe de alondras
y colores dibujados en la tarde.
Quien olvida la intemperie
porque la deja sobre una cama
y no cabe en la maleta.
La maleta de las pocas cosas.
Las que importan.
Un nombre y un amor.