En un intento de transformar el alcohol
en otra cosa
es que muevo los dedos
procurando traducir
el lenguaje del cuerpo que me habita.
Froto mis pies mis manos
mis orejas cocidas a los ocho años.
Extirpo las pelotas
que se alojan impunes
en mi garganta
con una espátula de carnicero.
Las revoleo y juego al chino
desde el piso cincuenta y ocho.
Tengo pocas chances, lo sé.
No voy a embocar en el balde con agua,
mis pelotas, a esa distancia
pero al menos
la vida atragantada podrá correr ,
los sabores sucederán sin filtro
la voz recuperará su tono
y su decir.
Podré gritar la palabra
enmudecida ,
gritar el desamor
enquistado
por los siglos de los siglos.
Sigo frotando mis sienes,
o mi sien.
Cómo es que se dice?
Qué importa.
Froto porque me gusta
frotarme.
Las ideas se desanudan
en ese acto,
el corazón estrangulado
vomita serpientes recién nacidas
que nadan su danza inmunda
en el inodoro de un baño cualquiera.
Exorcizo mil demonios.
Brincan- brincan- brincan
y se ahogan en aguas podridas
de viejas maltrechas,
sin dientes ni escrúpulos.

[poême\sándalo o san-palo \ mandarina\coco\almendras peladas\menta granizada\violetas estampadas\jazmines de leche]

Diluido el alcohol
en lágrimas de mares
helados,
bebo tu sexo
gota a gota
que nace
de la hendidura profunda
y hermosa
que surca y zurce
tu nombre
en puntillas
de encaje.